Las microbolitas de la ruleta gallega: la Xunta en juego

Hace unas semanas se produjeron dos noticias poco emparentadas pero que tenían como nexo de unión a Galicia. La primera fue que a un barco mercante, el Toconao, se le cayeron unos cuantos contenedores de peles (las microbolitas de plástico para hacer productos plásticos) frente a las costas de Portugal. En cada uno de esos contenedores se transportaban miles de millones de estas bolitas. La segunda indicaba que una encuesta de Sondaxe para el diario “La Voz de Galicia” indicaba que el PP podría perder la mayoría absoluta en el Parlamento gallego y, por lo tanto, la Xunta de Galicia. Ambas noticias, un siniestro marítimo y una encuesta electoral, aunque no lo parezca tienen un nexo común.

Los peles llegan a las costas gallegas cinco días después del accidente, que se produjo el 8 de diciembre. Las detectan los ciudadanos de los pueblos costeros. Sacos enteros de peles llegan a la arena. También se esparcen millones de bolitas por las playas. Los ciudadanos alertan al 112 y la Xunta se da por enterada el día 13 de diciembre. Los responsables de la Xunta dirán luego que el Gobierno español sabía del accidente del buque desde el primer momento, el 8 de diciembre, y que no les informo. Pero lo cierto es que, informados por sus propios ciudadanos con pruebas fehacientes los responsables de la Xunta tampoco hicieron nada.

El presidente de la Xunta y candidato del PP a las elecciones gallegas no consideró en ningún momento del mes de diciembre que el asunto supusiera una crisis natural para Galicia. Si no es así no se puede entender que en su campaña por los pueblos afectados no se acercara a las playas para mostrar su preocupación por los efectos de los peles. También muestra que no tuvo demasiados reflejos el hecho de que no creara una estructura comunicativa para gestionar la crisis. Me explico. Cuando estalla una crisis institucional, la que sea, se designa un portavoz público que dará las explicaciones pertinentes y que puede dimitir si las cosas van mal dadas (recordemos el protagonismo del ministro Illa y del director de Centro de Alertas Sanitarias, Fernando Simón). El hecho de que el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, contestara a los medios improvisando soluciones y cambiando de criterio día a día es la prueba fehaciente de que no consideró que se tratara de una crisis real (o no lo consideró o quiso que creyéramos que no lo era). En el momento que la crisis ha crecido, en los primeros días de enero, el presidente ya ha puesto de parapetos al “conselleiro” del Mar y a la “conselleira” de Medio Ambiente. Normal.

¿Por qué actuó de este modo Alfonso Rueda? Aquí es donde interviene la segunda noticia. La Xunta está en poder del PP desde 2009 y la encuesta ha puesto nerviosos a quienes ven peligrar una institución que casi siempre ha estado en manos del PP (solo hay la excepción del mandato de Pérez Touriño). La posible crisis medioambiental, una más después del Prestige, de las costas gallegas asusta. “Tal vez no lleguen más sacos”, debieron pensar. “Mejor que pasen los días sin tener que poner el foco en otra crisis medioambiental en la que siempre sacan rédito las izquierdas”, pudo ser el razonamiento. Solo así -o por la falta de reflejos políticos de Alfonso Rueda, lo que lo pone en una peor situación electoral incluso- se pueden explicar las dilaciones y dudas del presidente de la Xunta en la gestión de esta crisis.

¿Por qué digo que las izquierdas sacan más rédito de las crisis ambientales? Porque está en su agenda. Los problemas medioambientales los provoca la ambición desmedida por el lucro de empresarios sin escrúpulos sociales. Eso lo saben los votantes de izquierda y de derecha y los políticos de izquierda y de derecha. Y quienes luchan por la integridad del medio ambiente, que también conocen las leyes de la persuasión, se aplican semióticamente para denunciar los desastres naturales producidos por la mano humana. Así es como se explica que quienes recogían el chapapote vertido por el buque Prestige se pusieran monos blancos en las playas.

Voluntarios limpiando el chapapote en Muxía. / LAVANDEIRA JR.

¿Para qué los monos blancos? Para que se mancharán de negro y se pudiera denunciar con más fuerza el vertido de alquitrán (es algo parecido, pero al revés, del uso de batas verdes entre los cirujanos que nos operan; las blancas los harían parecer carniceros). Ahora verán en sus televisiones que quienes recogen los millones de microbolitas de plástico llevan chalecos fluorescentes. Esos chalecos fluorescentes son innecesarios para recoger los peles, pero son fundamentales para denunciar el desastre. Los chalecos son solo las banderas de emergencia que denuncian los abusos del afán desmedido por el dinero a costa de nuestras playas y del medio marino.

Recogida de pellets en Galicia. La Región.

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