Milei, análisis más allá del tópico

Javier Milei

Javier Milei es un tipo desasosegante pero que ha conseguido obtener la confianza de más de 14 millones de argentinos (Massa se quedó por encima de los 11 millones). ¿Qué atrae de la comunicación de Milei? Analizo algunas claves de su mensaje, de su voz y de su gestualidad.

Su mensaje

El contenido del mensaje de Milei es siempre contundente. Con una contundencia de martillo, que prefiere el ruido y el efecto que tiene sobre la materia a la diplomacia. Eso resulta tremendamente claro para quien lo escucha. No tener término medio, no emplear los claroscuros cuando explicas tu visión del mundo gana adeptos de entre los más desesperados, los olvidados, los que tienen cuitas con quienes han conservado el poder en los últimos años. Por otro lado, sus exageraciones continuas, sus insultos (“estos ladrones, estos corruptos, esta casta”) insufla un volumen de toxicidad en sus frases que echa para atrás a los templados y llena de ira y crispación las mentes de quienes lo siguen.

Su voz

La voz de Milei es la compañera perfecta de sus palabras. Esa consistencia en la comunicación agrada a quienes lo siguen sin duda. ¿Cómo puede la voz de Milei acompañar este mensaje sin gradualismos? Pues no sosteniendo el tono neutro con el que nos comunicamos más que unos segundos en cada párrafo. Una de las claves del uso de su voz, tal vez la clave, es poder mutar el tono neutro de cualquier respuesta a la prensa o de cualquier argumentación en sus discursos, poderlo mutar, decía, a un nuevo tono acelerado y de crispación… o de burla. La cuestión es superar el tono neutro para generar emociones radicales con la voz. Hay veces, lo confieso, que me deja de piedra esa capacidad de empezar una frase con un tono pausado, de profesor universitario en el aula, e ir aumentando su intensidad hasta salirse de sus casillas en las últimas palabras.

Sus gestos

La motosierra, habla de la motosierra, me decían. Sí, claro, la motosierra de Milei es un ejemplo de su grandísima capacidad para crear metáforas que convenzan a sus fieles. ¿Qué mejor que una motosierra, con su ruido ensordecedor y su uso violento para mostrar que va a destruir la herencia kirchnerista? Pero también esta su gestualidad exagerada y teatral, que ocupa el espacio a su alrededor como pidiendo también él estar en el centro de la fiesta (él, que se define como “rockstar”) y del poder. Una gestualidad que parece movida por un motorcillo que produce espasmos cada pocos minutos.

Su comportamiento corporal

Dos últimos aspectos para cerrar este análisis. Su comportamiento corporal y su mirada. Milei se encuentra extraño en su propio cuerpo. No se sienta con comodidad en las entrevistas, parece, cuando lo entrevistan, un niño de reformatorio sentado delante del director. Pocas posiciones corporales parecen naturales en Milei y no es por disimulo o porque lo diga sus asesor, es porque parece que su naturalidad, esa la naturalidad mileiana, le hace caer tal cual.

Su mirada

Por último, me ha sorprendido su mirada que, en consonancia con ese no saber estar natural, mezcla unos ojos que no se fijan en su interlocutor, a veces, unos ojos ausentes, que llevan a su pensamiento a un lugar ignoto para quien le pregunta con la mirada devoradora de lobo feroz, un lobo desbocado que se ha zampado a la abuela y que está dispuesto a triturar con fiereza inusitada las estructuras del Estado que se le ponga por delante.

«Más allá de las palabras»

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