Rubiales convierte su escándalo en un tema político

Rubiales dio un giro casi definitivo en su discurso a la Asamblea Extraordinaria de la Federación Española de Fútbol. Solo pidió perdón por agarrarse los testículos en el palco delante de la Reina y de la Infanta, y de medio mundo. Su justificación: el momento de euforia y lo mal que se lo han hecho pasar las jugadoras en el último año, lo mucho que Vilda y él han sufrido y que explica que se toque los genitales cuando la selección gana el Mundial (mirando a Vilda dice: “Me está haciendo pasar a mí lo que te han hecho pasar a ti”). Punto. No había, según su punto de vista, nada más por lo que pedir disculpas, porque, de entrada, el beso a Hermoso, era un “pico”, como devaluando el abuso de poder que la comunicación puso en evidencia.

  1. El giro trumpista

Pero lo más interesante de ese discurso está en lo que llamaría un giro trumpista. Convirtió un asunto de acoso sexual y de abuso de poder en una cuestión política, a sabiendas que, en ese punto, millones de españoles (“español”, “español”, “español”…, palabra que citó tres veces) piensan como él. De entrada, los votantes de Vox. Luego la cosecha puede ampliarse a otros partidos. ¿Por qué hablo de un giro trumpista?

Primero: deslegitima los derechos de quienes lo critican (en este caso, antes que nada, deslegitima los derechos de las mujeres). Se defiende diciendo que no tuvo deseo sexual y que no había posición de dominio. Lo segundo es jerárquicamente falso; lo primero no es un componente imprescindible para que se dé un caso de abuso sexual o de poder. Pero lo interesante es quitarle los derechos a quienes se le enfrentan: como él no tenía internamente un deseo sexual por la jugadora podía comportarse como le diera la gana. Si la audiencia compra ese marco persuasivo, ya no hay caso.

Segundo: deslegitima los discursos feministas. Dice textualmente: “El falso feminismo es una gran lacra en este país”. Está claro que él sabe cuál es el feminismo verdadero y no este feminismo falso que pone en evidencia sus comportamientos. Y de ahí da el salto para convertir su escándalo televisado en un asunto político. “Es una gran lacra en este país”, ese falso feminismo, dice. Habla el hombre de Estado, el político, el gestador del pensamiento de las masas. (Y después de estas palabras, recibe los aplausos de la asamblea, los dos seleccionadores de las absolutas, Vida y De la Fuente, los primeros. Lo que permite apuntar un asunto que trataré más adelante, que no es otro que el tipo de dirigentes que hay en el mundo del fútbol español.)

Tercero: da el salto a la política. Rubiales convierte su caso en tema de campaña, de la campaña que empezó en su discurso en la asamblea. “Como español tengo que hacer una reflexión de hacia dónde vamos”, dijo. De entrada, se pone al lado de cualquier español, de cualquier ciudadano de a pie que se va a enfrentar al “establishment”. Lo mismo que hizo Trump. Trump, una de las personas más ricas del país, decía que hablaba en nombre del ciudadano de pie. Rubiales, el presidente de la Federación Española, con ingresos de 600.000 euros brutos anuales, dice hablar como un español más. Prosigue: “El falso feminismo no busca la verdad, no le importan las personas” y dice: “Intentan matar a un hombre por esta situación, desde el primer momento”. Encarna, quiere encarnar Rubiales, el ideario de los más ultraconservadores de este país para salvar la cara. Sabedor de la realidad española, en la que un porcentaje no menor de personas ha votado opciones ultraderechistas y defensoras de un machismo de otros tiempos, ha sumado su caso a esta causa buscando el apoyo de esas personas. Convierte así Rubiales su escándalo en un asunto político. ¿Con quién está usted, con las feminazis o con el español de bien? Y, para que quede claro, cita a Yolanda Díaz, a Montero, a Belarra, a Echenique. No cita a los miles de personas e instituciones que le han pedido la dimisión, sino que cita a algunos dirigentes de Podemos o de Sumar para situar su crítica en ese lado y ponerse él y los suyos en el otro. No es el caso Rubiales, no. Es un asunto de maneras de entender el mundo. O con Podemos o conmigo (cuando “conmigo” acaba significando… ¿Vox?).

2. La mentira como verdad alternativa

El relato de cómo besó a la jugadora de la selección forma parte de una técnica que suelen utilizar los políticos de ultraderecha (Trump hizo y hace de ella un arte) que se basa en explicar una realidad alternativa, absolutamente falsa, para que luche de tú a tú con la verdad en la cabeza de los espectadores. Aunque nos parezca mentira, en estos casos la opinión pública no siempre da la victoria en esta lucha al relato verdadero. La cuestión es que el relato de Rubiales coincida con la definición que él mismo hace de cómo fue ese acto: “espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”. A partir de ahí desarrolla una narración que sucede en unos pocos segundos pero que, según él, cuenta la escena completa de una comedia romántica, con diálogos y miradas incluidos. Tan creíble ha resultado para muchos este relato, que han vuelto a ver las imágenes con el VAR al lado (quieren verificar si Jenny Hermoso realmente lo alza como signo de máxima proximidad) para comprobar si lo emitido encaja con lo contado por Rubiales (pero es que se trataba de una jugada que no requería VAR, de lo evidente que era). Lo importante es que el relato que Rubiales ha construido para justificar su comportamiento entre en batalla con la verdad que todo el mundo pudo observar pero que mucha gente no volverá a mirar porque el asunto no les incumbe tanto. En estos casos, el nuevo relato, si cuadra con la visión del mundo del espectador (una visión paternalista y de preponderancia social del hombre sobre la mujer) ganará a la verdad.

3. Jugaba en casa

La asamblea mostró que Rubiales jugaba ante su afición. Prácticamente todo eran hombres (filomachistas, por sus reacciones) y muchos de ellos le deben favores. Las cámaras (de la Federación) buscaban a las pocas mujeres que había en la sala: fundamentalmente, sus hijas. Empezó su discurso ayudando a no sentirse marcianos a quienes lo apoyan: “Quiero dar las gracias a los muchos mensajes de apoyo. […] No he podido [contestarlos] porque han sido muchísimos. […] También a la gente que no es del fútbol. Que hay mucha gente que, aunque silenciada, me está apoyando. Yo diría más… que en contra”. No es que seamos unos machistas redomados los que no entendemos lo que están pasando. Nosotros somos los normales, venía a decirles. Pero no hacía mucha falta, porque después de las frases de posicionamiento político machista el público rompía a aplaudir. O porque lo creían o porque le rendían pleitesía. Los entrenadores de las selecciones absolutas de hombres y mujeres, los que más, insisto.

4. Victimismo: “Se está ejecutando un asesinato social”

Mientras Rubiales pide a la opinión pública que cualquier acto inapropiado que haya hecho hay que entenderlo (“por la euforia del momento”), hay que eufemizarlo (“fue pico y no beso”), resulta que pedir su dimisión es “una cacería”. Mientras que él pide comprensión por actitudes inapropiadas, quien le pide responsabilidades, en realidad, lo quiere “matar” (“Se me está tratando de matar”, dijo). “A algunos poderosos les va a molestar que yo esté aquí”, repetía, como si fuera Robin Hood y no encarnara él mismo a uno de los poderosos del fútbol español. Trump en estado puro. A Rubiales no se le pide la dimisión, no, según él a Rubiales se le “perpetra una ejecución”. No se le piden responsabilidades, sino que se trata de “una cacería”. Cuando uno se sitúa como víctima exagera las acciones de sus críticos mediante disfemismos, exageraciones, barbaridades. Quiere Rubiales que expliquemos sus andanzas con eufemismos y aplica disfemismos a sus críticos. Y luego dirán que las cartas no van marcadas…

Sobre la actitud macarra que muestra, una actitud displicente, bravucona, de afrenta, hablamos otro día. Cada “frame” lo delata.

El penúltimo movimiento de Rubiales sitúa su caso, el escándalo por su comportamiento durante la celebración del Mundial, en un ámbito político (se habla del beso y del gesto en los genitales, pero nada se dice de agarrar a las jugadoras como sacos de patatas o de entrar gritando en el vestuario: “Vamos a ir a Ibiza a celebrar la boda entre Luis y Jenny”. ¿Hubiera hecho esto el presidente de la Federación con David Villa o con Andrés Iniesta?). Pasa de lo particular a lo general y quiere arrastrar a los machistas que en España hay, a los ultras que en España hay, a su causa. Morir matando.

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